Si los colores pueden ayudarte a comprender cómo es la via, un amigo puede hacer eso y más.
Hace dos escasos años que aprendí por qué vivimos, para qué y qué nos perderíamos si no viviéramos. Y creo que lo he vuelto a olvidar.
Levantarte cada mañana y sentir que, aunque amanezca gris alguien te puede ayudar, alguien te puede sonreír y decírtelo todo con una mirada. Que alguien puede hacerte reír, que puede decir la palabra exacta. Que alguien no se puede describir, simplemente porque estáis unidos por un amor que sobrevive a cualquier divorcio.
Y después quedan los recuerdos: cuando piensas en todas las personas que te rodeaban, en cada palabra dicha, gracia hecha... cada una de las cosas que quedan. Caes en la idea de que fueron tus años maduros en los que hiciste todas las tonterías posibles, pero eras tú.